Enterrar a los muertos
El escaso desarrollo de la Ley de Memoria Histórica y
el procesamiento contra el juez Garzón dividen a la sociedad española. Pero no
hay que dejarse confundir por ideas sectarias y maniqueas
JOAQUÍN LEGUINA 24 ABR 2010
Todo ser humano -héroe o villano, decente o criminal-
tiene derecho al duelo por parte de aquellos que lo amaron en vida. Y ese duelo
exige la presencia del cadáver con el fin de poder enterrar dignamente los
restos del difunto.
Esa demanda, la del duelo, se transmite de padres a
hijos. Así se constata en el caso de las fosas dejadas en campos y cunetas por
la represión franquista. Han sido los nietos de los muertos quienes han
reclamado -y reclaman- un entierro decente para sus abuelos. Este era -a mi
juicio- el principal objetivo de la Ley de Memoria Histórica. Pero ¿qué ha
hecho el Gobierno para cumplir esta ley desde que se aprobó? Si hemos de
atender a lo que dicen los parientes de los muertos, el Gobierno ha hecho muy
poco. Quizá por eso algunos deudos fueron a llamar a la puerta de Baltasar
Garzón, quien, creyéndose competente para el caso, acabó por meterse en un lío
de incierto destino.
Ha quedado bien claro que en los dos bandos se
practicó una enfurecida 'limpieza étnica'
Habría que ampliar el mutuo perdón y hacer que todos
los muertos sean también de todos
Mas, sea como sea, este barullo judicial ha servido
para colar algunos mensajes de muy dudosa calidad.
Mensaje nº 1: La Ley de Amnistía -como toda la
Transición- fue hecha bajo presión, debido al miedo que producía el ruido de
sables. Más que amnistía fue amnesia lo que se impuso.
Esto es falso y además encierra una calumnia contra
quienes se pusieron de acuerdo en traer la democracia a España y para ello
prepararon una Constitución consensuada. No fueron cobardes, sino generosos.
El proceso necesitaba de la previa reconciliación, por
eso -y sólo para eso- se votó la Ley de Amnistía, cuya vigencia se pretende
ahora negar echando mano de las normas del Derecho Penal internacional que
declaran imprescriptibles los crímenes contra la Humanidad. Normas éstas que,
según los especialistas consultados, no invalidan en nada la Ley de Amnistía de
1977.
En efecto, el único texto vinculante en materia de
crímenes contra la Humanidad está en el convenio que se elaboró y aprobó en el
seno de la Asamblea General de Naciones Unidas (Resolución 2391 -XXIII- de 26
de noviembre de 1968), que no contiene codificación alguna de normas de Derecho
Internacional. Es un tratado-ley que sólo obliga a los Estados ratificantes,
que han sido apenas una cincuentena, entre los que no está España ni Estados
Unidos ni países importantes de la Unión Europea. Por lo tanto, la ley española
de amnistía no se opuso a ninguna otra norma de origen internacional que la
contradijese.
Por otro lado, el tratado por el que se instituyó el
Estatuto de la Corte Penal Internacional establece en su artículo 11 que esa
Corte sólo tendrá competencia respecto de crímenes cometidos después de su
entrada en vigor, lo cual deja fuera los crímenes del franquismo y también, por
cierto, aquellos que pudieran haber cometido -permitido- las autoridades republicanas.
En cualquier caso, ha quedado bien claro que en los
dos bandos se practicó una enfurecida "limpieza étnica".
Y aquí llega el segundo mensaje perverso:
Mensaje nº 2: Los asesinados en la retaguardia
republicana ya fueron "honrados" y sus victimarios perseguidos por el
franquismo. Los únicos que ahora deben ser "honrados" -y sus asesinos
juzgados- son los represaliados por el franquismo.
Lo que se consigue con un mensaje tan sectario es
perpetuar la división. Precisamente todo lo contrario de lo que una persona
bien nacida debiera desear. En efecto, lo que se debiera hacer es precisamente
lo contrario, es decir, ampliar el mutuo perdón y hacer que todos los muertos
-todos- sean también de todos. Que quienes cayeron bajo la represión en la
retaguardia republicana no por cometer algún delito sino por ser (ser cura, ser
militar, ser noble, ser rico, ser de derechas...) sean reivindicados por las
gentes de la izquierda, y los asesinados por los franquistas sin haber cometido
delito alguno, simplemente, ellos también, por ser (ser sindicalista, ser
republicano, ser socialista, ser comunista...) deben ser reivindicados por las
gentes de la derecha. ¿Con qué fin? Simplemente, para poder decir todos juntos:
¡Nunca más!
Mensaje nº 3: Todos los represaliados por el
franquismo son héroes de la democracia y de la libertad.
Los ganadores de la guerra civil sostuvieron durante
los años de la dictadura que "sus" muertos (1936-1939) en el frente o
bajo la represión en los territorios fieles al Gobierno republicano eran
"mártires de la Cruzada", afirmación que está tan lejos de la verdad
como cerca de la propaganda.
Ahora, con parecido entusiasmo, se pretende que todos
los enemigos del franquismo que fueron represaliados durante aquella
interminable dictadura fueron "héroes de la Democracia".
Esta es, también, una afirmación sectaria, y por eso
debe ser negada. Lo haré a continuación, a sabiendas del riesgo que corro con
ello.
Vivir durante la guerra en la retaguardia republicana
-nadie que se haya ocupado de ese asunto lo negará- representó para mucha gente
un auténtico infierno de persecución y de muerte. Bastaría la lectura de la
gran novela de Juan Iturralde, Días de llamas, para ilustrarlo. Y esa novela me
lleva a un personaje -ligado a la UGT y al PSOE- que resultó ser un individuo
siniestro: Agapito García Atadell, quien se hizo famoso en Madrid al inicio de
la guerra civil como jefe de una de las Brigadas del Amanecer que operaban en
la capital (también los de la FAI fueron maestros en "represión revolucionaria"
y montaron, por ejemplo, una checa en el Cine Europa de la calle Bravo Murillo
desde donde salían a dar paseos nocturnos y a llenar de cadáveres la Dehesa de
la Villa). Estas pandillas -muy contentas de exhibirse armadas por la
retaguardia y de no pisar el frente- aparecían de madrugada en los domicilios
de la gente "de derechas" para dar el paseo a sus moradores y, de
paso, "requisar" en su propio beneficio los bienes que encontraban en
los registros de aquella casas.
Según se cuenta, Indalecio Prieto -que era ministro de
la Guerra- dio la orden de detener al "compañero" García Atadell y a
su cuadrilla, pero, quizá alertado, Atadell arrambló con todo lo que pudo y se
fue a Marsella, desde donde tomó un barco con destino a Buenos Aires. Pero el
buque hizo escala en Canarias y los franquistas (quizá avisados desde la zona
republicana) lo sacaron del navío y lo tomaron preso.
Sabemos a través de Koestler (autor de El cero y el
infinito), entonces encarcelado por los franquistas en Sevilla, que García Atadell
estuvo en aquella cárcel y allí le dieron garrote. Probablemente, sus restos
reposen en alguna fosa común de algún cementerio sevillano y ahora podrían ser
exhumados... ¿Con honores?
¿Por qué no aceptamos la verdad de una puñetera vez?
La inmensa mayoría de la derecha española renegó de la democracia durante la
República y, desde luego, durante la guerra... Pero es que la izquierda, en
gran parte, hizo lo mismo, tomando la deriva "revolucionaria". En
cualquier caso, una guerra civil no es el mejor momento para la defensa de los
derechos civiles ni para la discusión civilizada... "Es la hora de los
hornos y no se ha de ver sino su luz", ¿recuerdan?
En fin, que entre tanto ruido se ha impuesto, al fin,
una consigna según la cual "el PP se niega a reconocer la sangrante
realidad de las fosas" (sic). Se llega así al último mensaje. Éste ya en
clave electoral.
Mensaje nº 4: La derecha española es heredera y
añorante del franquismo.
¿O sea, que casi la mitad de los votantes españoles
prefieren el franquismo? No sé si los ideólogos que sostienen tal mensaje y tal
barbaridad, son conscientes del disparate que perpetran con este tipo de
propaganda sectaria.
Mas debo decir, para concluir, que somos muchos los
que -hartos de simplificaciones- nos negamos a que la izquierda se reduzca a
ser la mera expresión de una aversión, la aversión a una derecha a la que
visten de maniqueo sin ningún rigor intelectual.
Joaquín Leguina es economista.
No hay comentarios:
Publicar un comentario