Desde hace muchos
años, algunos profesionales de la información hemos denunciado que el control
de la Educación y de los medios de comunicación públicos por políticos
secesionistas en Cataluña crearía el caldo de cultivo para la pirueta con que
Arturo Mas acaba de obsequiar a la opinión pública española.
El primer error lo
cometió Adolfo Suárez. La Educación es clave para la unidad de cualquier país.
Transferirla sin controles eficaces era tanto como acentuar el secesionismo.
Los textos de Historia que estudian los niños en Cataluña desprecian a España
y, en algunos casos, suscitan el odio hacia lo que nuestra nación significa.
Si la Educación
traspasada a Cataluña o al País Vasco ha tenido un resultado perverso,
delirante es lo que, salvo excepciones, se enseña en otras Autonomías. El
aldeanismo oscurece el bosque de la gran Historia que España escribió, una de
las tres más destacadas de la Europa contemporánea junto a Francia e
Inglaterra.
Al margen de matices
y veladuras, tan necesarios en la vida política, tiene razón José Ignacio Wert
al achacar el auge secesionista al sistema educativo: «Hay algunos ciudadanos
-ha dicho el ministro- que relacionan el sentimiento independentista en algunas
comunidades autónomas con la educación». No es casualidad que en el País Vasco
el gasto educativo por alumno sea el doble que en Andalucía. Tampoco es una
casualidad que en Cataluña y Baleares resulte prácticamente imposible que un
niño pueda estudiar en castellano.
Junto al control de
la educación, los secesionistas catalanes han manejado a su antojo los medios
de comunicación públicos. Además, aprovechando la crisis económica, han
cubierto de subvenciones y patrocinios a los privados y han conseguido alinear
a varios de ellos al lado de su proyecto soberanista. Por otro parte, el cine,
el teatro, las asociaciones culturales, están condicionados por un sistema de
ayudas y subvenciones que exigen el radicalismo en la propuesta secesionista.
Rajoy no tiene capacidad para luchar solo contra una realidad que avanza de
forma cada día más alarmante. Parece obligado que se reúna con Rubalcaba y que,
juntos el PSOE y el PP, arbitren fórmulas para contener el alud desencadenado
por un Arturo Mas acosado por la deudas de la Generalidad y también por unos
políticos corruptos aterrados de que actúe la Justicia española. En todo caso,
estamos recogiendo ahora los lodos que engendraron los polvos de la Educación y
los medios de comunicación sin control desde que Adolfo Suárez decidió el café
para todos y traspasó competencias que debieron quedarse en el Gobierno de la
nación.
Luis María Anson es
miembro de la Real Academia Española.
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