domingo, 16 de septiembre de 2018

Será desagradable, será pesadísimo. Pero el independentismo ha sido derrotado

Será pesadísimo

Será desagradable, será pesadísimo. Pero el independentismo ha sido derrotado

Salvador Sostres

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El independentismo político se ha quedado sin estrategia, sin la idea de un camino, ni siquiera del camino de salida, que más de uno querría tomar, aunque no se atreva a decirlo. Ni Esquerra ni la vieja Convergència tuneada saben cómo avanzar, ni cómo retroceder, ni cómo quedarse donde están para exprimir los suculentos réditos de la autonomía, que es lo que más desearían hacer.
Pese al ruido de las histéricas del otro lado, la victoria con que el presidente Rajoy derrotó al secesionismo fue rotunda, profunda y le dejó sólo espacio para la provocación estéril, para la nostalgia y para volver a la casilla de reclamar «llibertat, amnistia i Estatut d’Autonomia», como Itziar Reyero, enviada especial del periódico a Gerona el 1 de octubre, aventuró que sucedería viendo a Puigdemont cambiarse de coche bajo un puente –haciéndose el McGyver– en lugar de actuar con la dignidad que se le supone al cargo, acudiendo con toda la solemnidad a su colegio electoral y dejando claro ante el mundo entero que España no dejaba votar al presidente de los catalanes.
Y desde entonces –fuga incluida– esto es lo único que ha sabido hacer: el indio. Y esto es lo que continuará haciendo, no para conseguir la independencia de Cataluña, sino para tomarla de rehén con el único propósito que los independentistas no se olviden de él y le mantengan, política y económicamente, mientras duran sus largos años de exilio.



Estamos aquí: Puigdemont –y en general el independentismo– han entendido que lo único que les queda es «joder con la pelota», como el niño de Serrat, para disimular que se han quedado sin opciones. Sólo Esquerra quiere tomarse el gobierno más en serio, pero no se atreve a decirle la verdad a sus votantes, y mientras no se atreva continuará cautiva de las locuras del fugado, que han sido y serán considerables, pero siempre dentro del margen de la Ley, porque desde el 27 de octubre todo independentista sabe el destino que si delinque le aguarda: o el destierro o la cárcel.
Asistiremos a toda clase de provocaciones que nacerán y morirán en su propio jardín de intrascendencia, intentos de humillación al Estado que en el fondo serán mucho más humillantes para ellos y para su impotencia; y en su estrategia de llamar fascistas a los que no piensan como ellos, y de acusarlos de violentos, como si el independentismo no llevara meses violentando la vida política catalana, la tensión se desplazará de eje hacia el guerracivilismo de Podemos, como ya se desplazó primero al de Esquerra y luego al de la CUP. Y allí morirá, como en el 36 y como siempre, el enésimo intento del catalanismo de derrotar a España aliándose con la extrema izquierda.
Será desagradable, será pesadísimo. Pero el independentismo ha sido derrotado, ha hecho y hará el ridículo, y pese a las decisiones de algunos jueces absurdos belgas o alemanes –no sé de qué nos extrañamos, como si aquí no tuviéramos jueces absurdos– España habrá ganado con el inequívoco apoyo de todos los Estados del mundo.

Salvador SostresSalvador SostresArticulista de OpiniónSalvador Sostres


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