viernes, 29 de junio de 2018

Claro que si el mensaje regenerador de Casado puede no ser muy creíble, qué decir del de Cospedal y no digamos del de Soraya.

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¿Se puede confiar en Pablo Casado?

Claro que si el mensaje regenerador de Casado puede no ser muy creíble, qué decir del de Cospedal y no digamos del de Soraya.

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Pablo Casado, en una imagen de archivo | D. A. – esRadio
Pablo Casado ha dicho a los oyentes de esRadio que en algún momento fueron votantes del PP lo que querían oír. Lo ha hecho con mucha convicción y ha justificado sus silencios durante la ominosa etapa de Rajoy con notable habilidad. Una habilidad que, sin embargo, no puede esconder su relativa complicidad. Claro que si el mensaje regenerador de Casado puede no ser muy creíble, qué decir del de Cospedal y no digamos del de Soraya, probable responsable de muchas de las decisiones que alejaron al PP de sus electores.
La cuestión, por tanto, no es si la música que toca Casado es agradable, que lo es, al menos para quienes votaron al PP precisamente por defender supuestamente lo que hoy dice defender el candidato. La cuestión es si honrará sus promesas en caso de llegar al Gobierno. Porque el PP ya traicionó en parte a sus votantes durante la presidencia de Aznar, especialmente en lo que se refiere a la despolitización de la Justicia, pero también en cuanto a la persecución de las muchas tropelías cometidas por el PSOE de Felipe González. E hizo de la traición un hábito cuando quien llegó al Gobierno fue Mariano Rajoy, que para mayor oprobio tenía mayoría absoluta. Porque ese PP renegó de todos sus valores, sin hacer distingos ni excepciones.
¿Pueden los electores de centroderecha confiar en que Casado no les decepcionará del mismo modo? Es sabido que ningún gobernante puede hacer todo lo que le gustaría hacer o, mejor dicho, todo lo que dijo durante la campaña electoral que le gustaría hacer. Pero una cosa es el trecho que hay del dicho al hecho y otra muy diferente hacer en todo lo opuesto a lo que se dijo.
Casado pretende hacerse con el liderazgo de su partido abanderando sus ideales tradicionales repetidamente traicionados por éste. Porque no olvidemos que, más allá de Rajoy, de Soraya, de Cospedal y demás mediocres tiralevitas del Gobierno y de la dirección del partido, había todo un grupo parlamentario, al que Casado pertenecía, que podía haberse rebelado con ocasión de alguna de las muchas traiciones del Gobierno que sostenía. Y no lo hizo. Nunca. A todos preocupó más conservar la poltrona. La única notable excepción fue la de aquellos cinco valientes diputados que se negaron a avalar que el PP transigiera con la ley del aborto de Zapatero. Casado puede justificarse alegando que, si hubiera hecho lo mismo, hoy no podría aspirar a presidir el partido. Y quizá tenga razón.
No sé si se puede uno fiar de Casado. A lo mejor es sincero cuando promete defender todo lo que el PP ha traicionado hasta ahora. La pregunta es si seguirá haciéndolo cuando, en caso de ganar las primarias, le monten el viaje que le hicieron a Rajoy cuando estuvo en México.

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