El viejo profesor..
Mis primeras sospechas sobre la figura mítica de Enrique Tierno venían
de lejos: de unas largas entrevistas en las que me habían inquietado ciertos
silencios y algunas contradicciones que yo quise achacar a reservas políticas.
Pero fueron mis viajes a los lugares en los que, según él, había pasado
su infancia y algunos periodos en la posguerra, cuando tuve las primeras
pruebas de sus invenciones.
En cuanto comencé a contrastar testimonios personales y a frecuentar
archivos se me vino abajo el falso edificio construido por el Profesor: desde
el hermoso escenario rural con casas labradoras a los pisos de mediana
burguesía ilustrada, una vez trasterrada la familia a la capital.
Más duro me resultó aceptar la verdad de Tierno en guerra. Se desplomaba
la ficción del joven libertario que trabajó en el Socorro Rojo, que acompañó a
Hemingway y a Dos Passos por los frentes de Madrid y que, con 20 años, trató a
un desnortado Besteiro, a un derrumbado Azaña, a... todos los jefes
republicanos.
Si las fantasías familiares podían haber tenido cierto interés literario,
las invenciones de la guerra y la del imaginario campo de concentración eran de
un oportunismo político muy duro de asimilar.
El archivo de Alcalá no deja títere con cabeza del antifranquismo precoz
del Profesor ni los hechos reales permiten la tesis de un Tierno Galván
enfrentado a la dictadura nada menos que en una sesión solemne como es la
inauguración de un curso en el Instituto de Estudios Políticos con la presencia
de jerarcas y figuras como Moscardó y Pilar Primo de Rivera.
El primer documento oficial, relacionado con la vida del Profesor, fue
el acta de nacimiento.
En medio de tantas dudas fue un consuelo tener en la mano un dato
cierto: la fecha del acta -8 de febrero de 1918- coincidía con la que aparecía
en las biografías.
No dejaba de ser curioso que el único dato cierto hubiera sido
precisamente el que siempre se había puesto en duda en los propios medios
tiernistas. La razón era el prematuro envejecimiento del Profesor. Cuando llegó
a la cátedra de Salamanca con 35 años parecía que tenía 50. Por eso Raúl
Morodo, el primero de sus colaboradores, lo llamó Viejo Profesor.
¿Cómo fue posible que el Profesor pudiera ocultar su pasado?
Hay dos razones: su carácter hermético unido a la distancia insalvable
que había, en aquella época, entre catedrático y alumnos.
En segundo lugar, el pasado era un tema tabú en la posguerra.
Pero si la partida de nacimiento me había proporcionado un dato cierto,
descorría también el velo de la verdad familiar: ni había nacido en tierras de
Soria ni era descendiente de labradores.
Era madrileño y nunca llegó a abandonar la ciudad totalmente. Las
cátedras de Murcia y Salamanca le obligarían a desplazamientos de dos o tres
días por semana, y las clases en Princeton o en Puerto Rico a alejamientos de
meses.
Ateneísta, ratón de biblioteca, paseante por el Madrid galdosiano del
barrio de Pozas y de Argüelles... fue un empedernido madrileño. La casita en la
que nació lleva una placa que mandó colocar Juan Barranco a la que nadie dio
importancia porque siempre se tuvo la idea de que el alcalde de Madrid había
nacido por casualidad en la capital.
Según las versiones del Profesor los padres se trasladaron para que la
madre tuviera los cuidados que no podía tener en el pueblo. También según el
Profesor, su padre dejó la labranza y se trasladó como rentista a Madrid poco
antes de la proclamación de la II República. Tierno diseñó la figura paterna
como un ser callado, casi taciturno, cauteloso en sus juicios y quizá
conservador. Un arquetipo de hombre castellano del que él sería un trasunto
ilustrado.
Este retrato lo había completado con la pertenencia de unas casas
labradoras en Valdeavellano y Almazán en las que veraneaba la familia a no ser
que alquilaran una casa en la sierra madrileña como la de Robledo de Chavela
justo en el verano del 36.
El cuadro no dejaba de tener ese atractivo de lo rural profundo, de la
propiedad y el enraizamiento en la historia. Del mismo modo, el Profesor había
hecho un canto de la vida soriana, tan alejada de las modas, tan cuajada de
todas esas virtudes de sinceridad, honradez, coherencia que contrastan con la
vorágine del mundo moderno.
Familia trashumante. La verdad había sido más dura y más prosaica: los
antepasados del Profesor habían desaparecido de Valdeavellano a mediados del
XIX para alistarse en el Ejército y siguieron la trashumancia de los
regimientos, de plaza en plaza, incluidas las de ultramar. Su abuelo paterno se
había retirado como capitán de Tudela donde se casó con una chica navarra, en
segunda nupcias. A esos familiares "vascos", con los que apenas tuvo
trato, se refería Tierno cuando hablaba de las raíces de su sensibilidad para
la cuestión vasca.
Los hijos de Julián Tierno siguieron la tradición militar. Alfredo,
padre del Profesor, estuvo en la guerra de Cuba. En Almazán conoció a Julia,
hija del sobrestante de carreteras, jefe de peones camineros para entendernos,
con la que se casó.
El Profesor se examinó de ingreso de Bachillerato en el Instituto
Cisneros, a los 12 años, como alumno libre.
Él ha dicho que asistió a clases en el Cervantes pero no es cierto.
A los 14 años la familia se trasladó al barrio de la Prosperidad y se
matriculó en el Ateneo Politécnico, un colegio laico y modesto concertado con
el Instituto Cervantes.
El Profesor hizo dos cursos de Derecho antes de la guerra pero no de
Filosofía y Letras. El matiz tiene su importancia.
Ratón de biblioteca, lo fue también hasta el año 1937 cuando le llamaron
a filas. Se colocó entonces en la Oficina de Reclutamiento a la que acudía por
las mañanas mientras por las tardes se empozaba en las bibliotecas.
Ha contabilizado, entre los sufrimientos de su vida, el frío de las bibliotecas
durante la guerra. Nunca quiso hablar, ni siquiera en sus memorias Cabos
sueltos, de la detención de su padre, sospechoso de quintacolumnista como
militar retirado, acogido, como su hermano, a la ley Azaña.
Tampoco ha aludido al proceso que sufrió su hermano Alberto, una vez
terminada la guerra, y del que salió bien librado ya que pudo incorporarse al
cuerpo de Veterinaria, recuperando empleo y sueldo. Se retiró de capitán para
dedicarse a la avicultura.
Ni había nacido en Soria ni era descendiente de labradores
El Profesor Tierno no estuvo en campo de concentración alguno como ha
dicho y escrito. Se matriculó recién terminada la guerra y pudo examinarse en
la convocatoria de junio de 1939 a tercero de Derecho. Santiago Montero Díaz le
animó a hacer Filosofía y Letras en la Facultad de Murcia de la que él era
decano. Así hizo la carrera en dos convocatorias.
Lee la tesis doctoral de Derecho en 1942 bajo la dirección de Francisco
Elías de Tejada, un fundamentalista del tradicionalismo.
En 1944, ganó la plaza de jefe de negociado del Ministerio de Educación
Nacional. Esto le permitió casarse con Encarna Pérez Relaño, una chica culta,
buena traductora, cuatro años mayor que él, y abandonar las clases particulares
en colegios de segunda enseñanza.
Comenzó a dar sus famosas clases para ingreso en la carrera diplomática.
Se ha hablado, sin razón, de las dificultades económicas del joven Tierno, de
la pobreza incluso. Enrique Tierno era funcionario público en Madrid a los 26
años con la categoría de jefe de negociado. Ayudante en la cátedra de Carlos
Ollero, comienza a publicar en La Revista de Estudios Políticos que sin duda se
abriría ideológicamente en los últimos años 50 pero muy lejos de ser un refugio
de liberales.
A los treinta gana la cátedra de Derecho Político, junto a Manuel Fraga.
Una carrera realmente brillante, concluiría Aranguren. Ya durante sus años como
catedrático de Murcia comienza a tener contactos políticos con democristianos y
monárquicos, algunos de ellos militares que empiezan a tomar distancias con el
régimen.
Él data su contestación al franquismo con motivo de la inauguración del
curso del Instituto de Estudios Políticos. El relato no se sostiene. Es
patético. Por entonces sus tesis tenían mucho que ver con concepciones elitistas
de la sociedad. De ellas pasaría a un regeneracionismo costista y a una
vocación europeísta, aséptica desde el punto de vista político. El acto público
de gran repercusión en el que participó Tierno de modo protagonístico fue en la
cena del hotel Menfis, junto a Joaquín Satrústegui y Jaime Miralles, en la que
se lanzó el nombre de don Juan y donde Tierno defendió la monarquía como
"salida".
A partir de entonces la vida pública de Tierno Galván es más conocida
aunque las claves de muchos de sus actos están en estos primeros años. Él pensó
que el régimen era muy fuerte, más que Franco, y que nunca permitiría la
legalización de los partidos republicanos. De ahí que fuera necesario montar un
partido socialista y una central sindical distinta al PSOE y a UGT o bien dotar
a estas organizaciones de caras que no tuvieran nada que ver con la guerra.
Tierno hizo dos obras importantes. Montó un colectivo de personas en su
entorno, una escuela, siempre de gentes muy valiosas e inequívocamente
antifranquistas. Por otra, su obra intelectual tiene momentos de alto interés
como los ensayos sobre Costa, el barroco o la picaresca. Por fin y por encima
de fingimientos, invenciones e imposturas, llegó a convertirse en la principal
figura socialista de oposición al régimen. Le terminó costando la cátedra
aunque en esta apuesta hubiera, como es lógico en un político, una parte de
cálculo.
Debo decir una palabra sobre algunas reacciones a mi investigación sobre
Tierno. Prefieren los mitos a la verdad. Por otra parte tenemos una tradición
anticientífica. A partir de la guerra se hizo un pacto de silencio, gracias al
cual nuestra historia parece más un rosario de milagros que un comportamiento
colectivo contradictorio y lógico a la vez. Se ha llegado a tales grados de
complicidad en el ocultamiento de la realidad que quien se atreve a romperla se
convierte en un aguafiestas cuando no en un inquisidor. Qué se va a hacer. Son
riesgos del oficio.
César Alonso de los Ríos es autor de "La máscara de Tierno
Galván". Anaya/Mario Muchnik (1997).
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