sábado, 23 de junio de 2018

AL LADO DE LOS NEGROS

AL LADO DE LOS NEGROS

Este artículo de Luis María Anson, aparecido en El Mundo, ha sido reproducido incontables veces en las redes sociales. Lo publicamos a continuación.
A ti, inmigrante negro del Aquarius, te pido que no me mires con esos ojos heridos de recelo, pues estuve siempre al lado de tus hermanos en el África endrina, también en América y en el Vietnam cuando eras soldado oscuro, carne para morir, y el vietcong se arrastraba con el machete entre los dientes para dejarte tendido sobre la tierra extraña, con un puñado de rosas rojas en el vientre y los ojos atónitos, abiertos contra el cielo.
Ay, negro agredido, negro insultado, escarnecido negro, náufrago de patrias, peregrino de la desolación. Vienes del África yoruba, del África bantú, del África de todas mis nostalgias, en busca del pan y la libertad. Dejaste atrás las raíces profundas, las huellas fugitivas de tu caminar por los desiertos y las selvas. Regaste de sudor, a veces de sangre, el arrozal dolorido y el dolorido corazón de la madre lejana. Padeciste el hambre y la sed, el frío y el ardor, hasta perder el saludo del rocío. Las naciones blancas de la Europa podrida, las mismas que te invadieron y te esquilmaron, te dan la espalda hasta dejarte morir en las aguas del mar Mediterráneo. Por eso estoy a favor de la decisión del Gobierno español de abofetear a Italia y acogerte en la España crisol de culturas. Aunque eso pueda significar la llamada al coladero inmigratorio, Sánchez ha acertado y lo hará más si negocia en Europa la ayuda a los paises que los europeos saqueamos en África.
Llevo, negro, tu dolor en el alma. He apretado las manos de tu padre Léopold Sédar Senghor y he leído los poemas de sangre y de hierro de Aimé Cèsaire y Diop. Escribí todo esto en La Negritud, el libro con las letras menos desacertadas de mi dilatada vida profesional. Eres el hombre-hambre, el hombre-insulto, el hombre-tortura, pero en verdad, en verdad te digo que florecerán de nuevo las espigas sobre tus campos oscuros. Ay, “dulce raza, hija de sierras, estirpe de torre y de turquesa, ciérrame los ojos, antes de irnos al mar, de donde vienen los dolores”.
Escucha, en fin, negro inmigrante, los versos de Neruda que hablan del manantial. “…déjame hundir las manos que regresan a tu maternidad, a tu transcurso, río de razas, patria de raíces, tu ancho rumor, tu lámina salvaje vienen de donde vengo, de las pobres y altivas soledades, de un secreto como una sangre, de una silenciosa madre de arcilla”.

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